Permanecer en la fe, actuar con amor

Amados de Dios en el Camino Real,
En primer lugar, permítanme darles las gracias por todo lo que están haciendo para cuidar fielmente de las personas en sus comunidades locales y en otras áreas sociales. Mientras experimentamos el número de Órdenes Ejecutivas y acciones tomadas que afectan a muchas agencias federales, no es inesperado que los sentimientos predominantes en nuestro ámbito local sean de profunda incertidumbre e incluso desanimacion.
La incertidumbre no es nueva en la vida de los creyentes. Sabemos por las Escrituras que Jesús y sus seguidores vivieron en tiempos muy inciertos. Sin embargo, la impotencia ante tantas cuestiones problemáticas puede conducir a una cultura de la pasividad. ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo hacer? La Escritura nos da guias claras: debemos amar al Señor, nuestro Dios, con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerzas, y debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. No hay mandamiento más importante que éstos (Marcos 12:30-31).
Personas cercanas y queridas aquí en nuestra diócesis se ven directamente afectadas por las amenazas de deportación y separación de sus seres queridos: familiares, vecinos y comunidades eclesiales. La información de primera mano nos dice lo que es cierto: las personas están siendo observadas por ICE en áreas públicas, incluyendo justo en las aceras de nuestra iglesia, así como secuestradas de sus hogares. Tenemos entendido que las personas de las que tenemos conocimiento no son los delincuentes violentos de los que se habla, sino personas normales que abandonaron situaciones insostenibles en sus países de origen para encontrar una nueva vida en un lugar que pensaban que garantizaría su seguridad. Además, personas que antes tenían un estatus de protección en este país ahora van cuestionado ese estatus. Independientemente de lo que piensen ustedes sobre la inmigración en general, estas acciones afectan a las familias de nuestro clero, a las familias de nuestro personal y a las familias de nuestras parroquias. Es probable que todos conozcamos a alguien amenazado, aunque no nos demos cuenta inmediatamente de quiénes son.
Una consecuencia adicional de estas amenazas es que las personas que han acudido a nosotros en el pasado en busca de ayuda para lo básico de la vida -alimentación, cobijo, ropa- tienen miedo de acudir a los mismos lugares-nuestras iglesias y otras entidades- donde se puede obtener esa ayuda. Este temor es comprensible: puede ser que nuestras comunidades religiosas no sean en estos momentos lugares donde todos puedan sentirse seguros.
Nosotros, que no estamos sufriendo esas mismas amenazas, podemos ser de ayuda en formas que son legales y moralmente correctas. Interviniendo en lugares de ansiedad, podemos ayudar a nuestros vecinos inmigrantes a conocer sus derechos y adquirir cierto control sobre sus vidas. Aunque los Ministerios Episcopales de Migración ya no se financian mediante subvenciones del gobierno federal, siguen prestando sus servicios con un personal limitado. Su página web AQUI está llena de valiosos recursos que ayudan a las personas a conocer sus derechos y saber qué documentación necesitan tener para proteger a sus familias en caso de separación. Podemos ayudar a las personas a obtener y completar esos documentos. Además, nuestro Comité de Justicia Social pronto proporcionará acceso a los materiales en su sitio web. Encontrará un enlace a su sitio web AQUI.
Nuestro Pacto Bautismal (Libro de Oración Común p. 199) requiere que sirvamos en los tiempos y lugares en los que vivimos. Más que un mero conjunto de directrices, nuestro pacto nos llama a vivir proféticamente, condenados por nuestros defectos y obligados por el mensaje del Evangelio a servir a Dios y a nuestro prójimo.
Así lo haremos con el auxilio de Dios.
Fielmente,

Cuarta Obispa de la Diócesis de El Camino Real